Oro y Gris
por León Benarós


 

Caía en oro y gris el día azul
del hondo abril
en que llegaste.
Tal vez lo eterno fue de nuestro amor
el llanto aquél
que derramaste.
¡Divina criatura musical...!
¡Asombro fiel de tu mirada angelical!
Y tu melena, como un cálido trigal,
iba encendiendo sin querer
a mi sereno atardecer,
que iluminaste.
¡Qué breve fue la flor
de tu ansiedad y tu temor,
en nuestro amor!

¡Pequeña mía,
sentimental,
ardiente rosa
de mi rosal:
estoy poblado de tu ausencia,
y este dolor me hace feliz.
La calle es niebla y cerrazón,
y, mientras digo mi canción,
lloviendo está en mi corazón,
en oro y gris...

 

 

 

 

 

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